El autor se centra en los hindúes y su veneración por las vacas. Explica como en esta cultura las vacas son el símbolo de todo lo vivo, haciendo una comparación:
"Para los cristianos, la Virgen es la madre de todos los hombres, así por el contrario, para los hindúes la vaca es la "Madre de la Vida", por eso, matar a una vaca es atentar contra el propio origen de la vida". Resulta inútil que las vacas, siendo fuentes de nutrientes como son, sean incomibles para la población hindú, con los problemas de muerte por hambre que sufren.
Harris, intenta dar una explicación razonable a esta costumbre afirmando que las vacas cebú tienen muchas funciones importantes, apenas dan leche, pero sin ellas, los bueyes, que son empleados para arar los campos y transportar mercancías, no existirían. Sin la existencia de estos, sería muy difícil la supervivencia para los campesinos.
Pero esto no es todo, el autor explica que el estiércol que producen las vacas es utilizado como combustible, como abono y como un material con una función similar al cemento.
Marvin Harris, concluye: "Si desean ver una verdadera vaca sagrada, salgan a la calle y observen el automóvil de la familia". En esta conclusión queda reflejada la diversidad cultural que siempre ha existido.
Un tabú religioso: La carne de cerdo
El autor hace una análisis sobre el comportamiento de algunos países que aborrecen el mismo animal que otros aman, en este caso, se analizan los cerdos.A lo largo del capítulo, Harris se centra en la cultura musulmana y judía cuestionando la porhibición que tienen estas poblaciones a comer carne de cerdo. Mientras tanto, en otras culturas como Nueva Guinea y algunas islas de la Melanesia les rinden culto.
En este capítulo aparecen muchas explicaciones acerca de la prohibición que tienen los judíos y musulmanes a comer carne de cerdo. Esta prohibición no se debe relacionar con medidas de higiene, sino que se relaciona con que estos países tienen un clima cálido y los cerdos no se adaptan bien a estos climas porque sudan poco, tienen un importante recubrimiento de grasa, no tienen pelo que les sirva de aislante y por tanto necesitan grandes cantidades de agua para regular su temperatura corporal. Además de todo esto, en estas zonas que existe una gran carencia de riqueza, estos animales se enfrentan con el ser humano por el mismo tipo de alimentación.
Por el contrario, en Nueva Guinea y las islas de la Melanesia, tienen una gran devoción por los cerdos ya que estos se adaptan a las condiciones de estos países. Por eso, en estas culturas, resulta tener una buena reputación, si posees un cerdo.
Las guerras primitivas. Una muestra de superioridad del hombre frente a la mujer.
En este capítulo se analizan las guerras primitivas que tienen lugar en las sociedades de Nueva Guinea. En concreto, Harris hace un estudio sobre los comportamientos de los Maring, una tribu de Nueva Guinea. Con este estudio, llega a la conclusión de que la guerra salvaje tiene lugar cuando estas tribus carecen de alternativas mejores a problemas concretos. En el caso de los Maring las atribuyen a la venganza de actos violentos.
Estas guerras estallan en el momento que la producción y el consumo se encuentran en plenitud.
La guerra favorece la cría de varones, por lo que se provoca el infanticidio femenino. Al haber menos mujeres hay menos embarazos y se controla la población.
El autor explica la relación que guardan el machismo y las guerras analizando el estilo de vida de un grupo de sexistas militares: Los Yonomamo, etnia indígena que se puebla entre la frontera de Brasil y Venezuela.
Algunos autores como Chaganon, afirman que la agresividad de los yanomamis contra la mujer tiene que ver con la necesidad de demostrar a los demás hombres que son capaces de matar. Harris muestra una hipótesis opuesta a estas afirmaciones. Argumenta que los yanomamis inician sus luchas por la falta de mujeres y sin embargo practican el infanticidio femenino que ellos mismos piensan que es la causa del déficit de mujeres.
Niños del Pueblo Yanomami
Las mujeres de estos poblados están acostumbradas desde niñas a ser las víctimas y por eso no conciben la idea de rebelarse. Si esto ocurriera, se produciría una guerra entre sexos. Con estas guerras se demuestra la superioridad del "macho" en algunas culturas.
Para concluir, hay que decir que la guerra es un mecanismo de interrupción que ayuda a mantener a las poblaciones humanas en un estado de equilibrio ecológico con sus habitas. La causa principal de estos conflictos es el impulso del prestigio por parte de los hombres, al que se denomina poltach.
En estas poblaciones, los jefes de las tribus, comparan su dinero con los demás hombres para saber su riqueza. El hombre que más riqueza posee, es el hombre con más prestigio de la civilización. El objetivo de estas comparaciones es reunir la productividad para después, redisribuirla entre toda la población. Por esto, el autor afirma que el poltach es un mecanismo para asegurar la producción y la distribución de la riqueza en ciertas culturas.
Las principales ventajas que tiene el poltach son: el aumento del nivel de producción, puesto que hay que trabajar mucho más para la repartición de la riqueza y se preven mejores expectativas económicas.
Otras tribus se contraponen totalmente a la idea del potlatch y practican el estilo de vida igualitario, donde no existe consumo excesivo ni competición alguna. Existe lo que se dice un intercambio, en la cual los pueblos dan y reciben objetos de manera equilibrada.
En este estilo de vida igualitario hay que controlar lo que se dona y lo que se recibe, es decir, si una persona aporta más objetos que la otra, puede ser acusado de pertencioso y la generosidad provocaría una distinción entre clases sociales.
El mesías: Una creencia religiosa